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Te he visto nacer.
Recuerdo lo que sentí cuando te encontré preciosa esperándome en el jardín con un lacito rojo. Vestida de hilo blanco, las cálidas tardes de verano. Y miles de capas cebolla, las mañanas frías de invierno. Los bocadillos y los primeros cigarros en el patio del Instituto, fueron encima tuyo. Te mimé, te pinté, te maqueé. Corrías. Corrías más que las otras. Eras especial. Tantas locuras secretas que solo tu y yo sabemos... Te vi crecer. Incluso flirtear. Tu siempre eras la más sexy. Recuerdo zarandearte, y que sufrías por las dos cuando salíamos de fiesta. Tuvimos épocas de todo tipo. Al principio casi siempre éramos tres. Con el tiempo nos fueron dejando solas. Cada uno iba a su rollo.
Tantas veces me dejé las llaves puestas. Tantas veces sufrí pensando que cuando llegase ya no estarías. Pero siempre estabas. Siempre. Ahora voy a ver como te reproduces. Debes continuar tu camino, ser fuerte y vencer las dificultades que te encuentres. Porque eres valiente. Energética. Y aún te queda mucho por vivir.
Nunca te olvidaré. Jamás.