NO más márgenes de apuntes ilustrados


Me acababa de comprar un paquete de nevados como dosis de adrenalina en vena.
Una interminable clase de apuntes aburridos y margenes ilustrados me habían sorbido los fluidos energéticos. Salgo y miro a ambos lados del paseo de nuestro recinto. Entre hojas secas y amarillas veo unas niñas con una barita mágica y al lado, un banco vacío. Me acerco paulatinamente arrastrando los pies y me relajo en él vigilando que no recibir del árbol ningún dardo de garbanzo asesino.
Adrede, me resbalo, apoyando la nuca en el frío banco verde botella y dejo mi parte trasera en el precipicio del extremo del banco, como de costumbre.
Justo en ese preciso momento, justo en aquél instante, siento calma. Músculos en estado zen.
Miro hacia el cielo, pasando por las finas ramitas del árbol asesino. La primavera las ha acicalado con motivos florales blancos y contrastan con el azul del cielo de un día jodidamente bonito.


Conversaciones distraídas de contenido existencial bailan a mi alrededor y cuando así lo deseo, salgo de mi mundo paralelo para volver a la realidad. Mis compañeros, después de cuatro intensos años puedo decir que son mis grandes amigos, se han acercado y discuten distraídamente sobre batallitas y verdades absolutas. Los miro absorta y me doy cuenta que les voy a echar de menos.
Subidón de melancolía. Me enciendo un cigarrillo al mismo tiempo que reflexiono interiormente. Ya no habrán más nevados, ni más apuntes aburridos, ni márgenes ilustrados, ni hojas secas, ni hojas amarillas, ni tan siquiera baritas mágicas. Ya no habrán garbanzos asesinos, ni músculos zen. No habrán más tardes de nuca en banco observando el contraste de ramitas y cielo. Ya no habrá nada de eso.
Porqué señores, parece ser que acabamos con esta intensa y apasionante etapa mística a la que los grandes sabios llaman “la mejor de toda la vida” y que ahora confirmo con los ojos inundados de felicidad, que de momento, ha sido la mejor de la mía.