0.24€/ lata. Relato.

No te llegaba para el piso y te pillas reserva en un cámping. Pero eres feliz. Dormir en el suelo, bueno, en un semi colchón que se deshincha durante la noche. Llegar de fiesta a las ocho de la mañana, sol ardiente incidiendo en tu tienda de campaña azul marino desde las nueve y media de la mañana. Mosquitos, arañas, hormigas y otros bichitos irreconocibles. Pero eres feliz. Bolsas de patas vacías, agua caliente de la que no se puede beber, latas de cerveza arrugadas que gotean, olor a cuerpo humano. De repente, asomas la cabeza fuera la tienda como si dentro no pudieses respirar. Bff.. No sé dónde hace menos calor. Pero sigues feliz.


Poco a poco te das cuenta que ya estás tocando plenamente con el suelo y decides levantarte e ir a la playa. El coche es un viejo 600 alquilado por dos chavos. Al principio pensaste que serías guay pero ya no lo piensas. Embraga mal, la dirección ciertamente torcida a la derecha, efecto invernadero, ventanas prehistóricas, casete de Julio Iglesias como regalo de la casa de alquiler. En fin, que con esfuerzo llegas a la playa. Pero eres feliz.


No hay gente guapa, ¿dónde se metieron los tonights? Tu bañador tiene 5 años, las gomas gastadas, bolsas por todos lados y adopta un tono descolorido que parece salmón carne. Tienes un grupo de señoras al lado derecho que gritan sin saber porqué; un grupo de chavales al lado izquierdo que escuchan Reggaeton en un loro; carpas; mesas; sillas plegables, colchonetas verde chillón; niños llorando; castillos, cubos y palas como minas; gente que pasa corriendo por tu lado salpicándote arena; bocadillos Bimbo de cuatro pisos, envueltos en papel de aluminio que gotean aceite; camisetas colgando de las sombrillas con tal de conseguir mejor sombra; señores peludos que esperan obedientes mientras sus mujeres les untan de crema blanca y pastosa, y les dicen cómo y lo que deben comer. Pero tu allí, tranquilo, sigues feliz y decides volver al cámping a las seis de la tarde con la intención de freir algo en un hornillo que traiste de casa y que apenas tiene gas.


Pero comes. Y al cabo de un rato, decides ir a pasear. Las tiendas, en inglés, la música, en alemán y los hilos de radio de los bares Polinésico- Brasileños de sillas de bambú y cojín en el culo, están en francés. Fish&chipps, Bobs Esponja hinchables, trampolines varios, algodón de azucar y gambas andantes sin camiseta con tal de dejar relucir sus cadenas supuestamente de oro, se pasean junto a ti.


Te tomas un respiro. Coges una lata. Haces un agujero en la parte inferior de ella y te la bebes de golpe.
Eres feliz. Más feliz que nunca.