Nota en la nevera
Por las mañanas se levanta y se pone tu camiseta imperio agujereada ¿recuerdas? aquella que como mínimo, dejaste de usar en el invierno del 92. En el armario del abuelo coge alguna de sus antiguas camisas a cuadros, que siempre se medio ata sin siquiera una miserable coordinación de botones. No te hablo de sus pantalones, que los confundo con mis medias. Se ha comprado unas gafas verdes, sin cristal, que lleva durante el día y otras amarillo fosforito que se pone de noche cuando sale de fiesta ¡Nuestro hijo no es miope, Julio, por Dios! Hace cosas muy raras, estoy realmente asustada. Te digo que se pinta los ojos de negro, fuma algo llamado drum y no sale de casa sin un sombrero morado. A veces, le da por dejarse un bigote muy fino y patillas hasta el mentón, y acorde con una sutil corbata azul eléctrico que se ha comprado, lleva unas Victoria de aquellas que le colocábamos cuando era crío y tanto odiaba. Sin hablar de su repentina y apasionada extrema pasión por la fotografía, que me ha hecho comprarle una réflex para su cumpleaños, una polaroid para su santo y ahora no sé que me dice del pez de un ojo. Julio, por Dios, tenemos que hablar.